lunes, 19 de agosto de 2013

El fotógrafo detrás del director

Muchas veces vemos una película que nos impacta visualmente y tendemos a elogiar a los directores; si bien son muy importantes, realmente a los que deberíamos tener en cuenta son a los directores de fotografía y de arte. 

A continuación pasaré a nombrarles algunos de mis directores de fotografía favoritos que junto a los directores generan ese tándem mágico de el cual sus películas se quedan impregnadas en nuestras retinas por un largo tiempo.

Tony Leung y Maggie Cheung en In the Mood for Love
Cristopher Doyle (1952, Australia)
Convengamos que Wong Kar-wai se hizo famoso —mundialmente— con Happy Togheter (1997), In the Mood for Love (2000) y 2046 (2004); siendo la última no tan visualmente interesante ya que corren rumores de que el australiano no estaba en buenos términos con el honkonés en el momento de la filmación.
En fin, su arte se puede ver en varias películas asiáticas, tanto chinas como japonesas, pero también ha trabajo en films franceses y americanos, como Lady in the Water (2006, M. Night Shyamalan).
El estilo de Doyle es limpio, jugando con los colores y las sombras en planos cortos e intensos.

Jean Reno y —una infanta— Natalie Portman en Léon
Thierry Arbogast (1957, Francia)
Ayer me puse a ver mi última adquisición en Blu-Ray, Léon: The Professional (1994, Luc Besson) y caí en la cuenta de que, además de ya ser un gran fanático de Monsieur Besson, era también un gran fanático de Arbogast, ya que The Fifth Element (1997), La femme Nikita (1990), The Messenger: The Story of Jeanne d’Arc (1999)  y entre otras pertenecen a este dúo dinámico galo.
Arbogast juega mucho con el primer plano y con la paleta de colores en cada toma.

Dominique Pinon en Delicatessen
Darius Khondji (1955, Irán) y Bruno Delbonnel (1957, Francia)
¿Cómo puede ser que un director como Jean-Pierre Jeunet haya dirigido una película como Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain (2001) —caballito de batalla de las proto-hipsters por excelencia— después de dirigir obras visualmente en las antípodas como Delicatessen (1991), La Cité des Enfants Perdus (1995), Alien Resurrection (1997)?
Yo creo que todo se debe a dos hombres; el primero, Darius Khondji, con un toque más parco, oscuro al puro estilo Blade Runner —pero europeo—, fue el encargado de crear junto a Jeunet esos ambientes post apocalípticos orwellianos. Realizó obras como: Se7en (1995), Evita (1996), The Ninth Gate (1999), My Blueberry Nights (2007) y Midnight in Paris (2011).

Audrey Tautou en Amélie
El segundo, Bruno Delbonnel con un corte más soft y amigable, primeros planos con lentes ojo-de-pez y ángulos obtusos trajo un poco más de «vida» a las obras de Jeunet. Últimamente se pudo ver su arte en películas como Harry Potter and Half-Blood Prince (2009), Across the Universe (2007) y Dark Shadows (2012)

Choi Min-sik en OldBoy
Chung Chung-hoon (1970, Corea)
Muchas veces cuando vemos una película de Park Chan-wook, unos de los estandartes del gore estético asiático, nos preguntamos cómo es posible ver escenas tan violentas y enamorarnos de ellas ipso facto.
El Sr. Chung trabajó en casi todas las obras más famosas de Park, OldBoy (2003) —con un remake de la mano de Spike Lee y protagonizada por Josh Brolin—, Sympathy for Lady Vengeance (2005), Thirst (2009) y Stoker (2013). Creo que este tándem es el más especial de todos porque gracias a estas películas empecé a notar más los detalles de filmación, musicalización y fotografía.

No sigo porque la lista puede ser interminable, ya que hay muchos buenos directores de fotografía que son de mi agrado: Félix Monti (El Secreto de sus Ojos, 2009), Matthew Libatique (The Fountain, 2006), Roger Deakins (Skyfall, 2012), Robert Richardson (en las últimas películas de Tarantino) y Emmanuel Lubezki (The Tree of Life, 2011).
Además, mi conocimiento de cine se limita a ser un espectador más con un cierto espíritu crítico y no quiero pecar de meterme mucho en el apasionante mundo de la fotografía, ya que mi conocimiento sobre la materia es profano.

Quizás de lo que renegamos en darnos cuenta es que la labor del director es de trabajar con la gente adecuada que sepa llevar su visión como él quiera. Por eso vemos tantos directores de culto que trabajan con los mismos actores, cinematógrafos y estilos, porque les da ese toque especial que, justamente, los hace únicos.

También podemos ver una progresión en los filmes de estos artistas, ya que si bien hoy en día las herramientas digitales nos permiten crear mundos e imágenes fantásticas, no deja de sorprender las operas primas que sean tan visualmente atrapantes y —probablemente— filmadas con una Super8.

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Como he leído por ahí: Odia al personaje, no a la persona.